¿Bienaventuranzas? del hombre moderno

Feliz el ambicioso, pues no dudará en arrasar con todo y todos en su camino con tal de alcanzar sus metas. Desgraciado el ambicioso, pues ese afán le dejará sólo”

“Feliz el violento, pues impondrá su voluntad sin necesidad de razón a base de golpes, esté o no en lo cierto. Desgraciado el violento, porque será temido, pero jamás amado”

“Feliz el que no llora, por que nadie le verá flaquear ni mostrar debilidad. Desgraciado el que no llora, pues si la gente no sabe que sufre, no le consolará, y estará sólo en su dolor”

“Bienaventurados los injustos, pues se salen con la suya. Bienaventurados los injustos, pues la justicia les arrebatará lo que con malas artes consiguieron”

“Bienaventurados los crueles, porque hundirán sin piedad a sus enemigos. Desgraciados los crueles, pues con su propia crueldad serán tratados sin esperanza de piedad o misericordia”

“Bienaventurados los impíos, porque no se esclavizan a regla alguna. Desgraciados los impíos, porque ellos mismos se alejan de Dios sin posibilidad de dar marcha atrás”

“Bienaventurados los belicosos y los que siembran cizaña, ellos obtendrán lo que desean con el sufrimiento ajeno. Desgraciados los belicosos y los que siembran cizaña, pues jamás conocerán la Paz, y su propia cizaña crecerá y les ahogará”

“Bienaventurados los que persiguen a los justos, pues sus impíos amos les pagaran gustosos. Desgraciados los que persiguen a los justos, pues la justicia les alcanzará”

“Bienaventurado el que injuria y persigue al creyente, pues se sentirá mejor y uno más en la sociedad. Desgraciado el que injuria y persigue al creyente, pues siente envidia su felicidad en Dios, y como no es capaz de alcanzarla, prefiere destruir la que el creyente tiene”

“Que se alegren y regocijen, porque su vana recompensa terrena, de nada les servirá cuando llegue el reino de Dios, y entonces, desgraciados serán”

 

Orpheus

    «¿Cuanto tiempo llevo aquí, a tu lado? Ni lo sé ya, perdí la cuenta. Pero te hice una promesa; la de nunca dejarte, la de nunca separarme de ti, mi querida Eurídice, y soy hombre de palabra, y ni a ella ni a ti jamás traicionaré. Y no, ni mi nombre es Orfeo, ni el tuyo es Eurídice; pero nuestra historia es tan paralela a la de este amor de tragedia, que no puedo evitar encontrar las semejanzas.

        Recuerdo cuando nos conocimos: Desde ese mismo momento, desde ese preciso instante, supe que eras para mí, y que yo lo sería para ti; y que nada, ni siquiera la muerte, nos separaría jamás.

         ¡Oh, imprudente corazonada! ¡Oh, desgraciado infortunio! A veces la pasión nos ciega, y nos hace desear lo que tal vez no debiéramos querer nunca, y es por eso que ahora nos vemos así: Tú sin poderte mover de aquí, yo sin querer hacerlo.

         Como decía, supe que serías mía, que sería tuyo, y que así sería por siempre; pasara lo que pasase. ¡Cuanta dicha! ¡Cuanta felicidad! Yo con mi instrumento tocándote la música que tu sonrisa me inspiraba, y animado por tus ojos cuando me miraban. ¡Cuan feliz me hacía verme reflejado en tus ojos! saber que estos sólo me miraban a mí, y que así siempre sería, y eso me hacía sentir, pleno, feliz, dichoso. Explorábamos las sendas de la felicidad, recorríamos las veredas del amor y siempre con una meta que en realidad ya disfrutábamos en el camino: la Felicidad de estar juntos.

        Mas toda historia de amor no está exenta de cierta tragedia, y la nuestra  no sería una excepción. 

        Un giro del destino, un agente que no debiera estar ahí, y que, sin embargo, ahí estaba, crucial para nuestra historia, y para ponernos a prueba en nuestro amor. Ese veneno que jamás debió entrar en tu organismo, y que te llevó a donde jamás quise verte, a las puertas del reino de los muertos, donde toda esperanza se desvanece. Presa de la desesperación y del miedo a perderte me adentré en ese sendero de la perdición con la esperanza de recuperarte, negándome a lo innegable, queriendo salvarte de donde no hay salvación ni retorno; confiando en mi talento, estuve a punto de salvarte de la parca; y estaba logrando aflojar la presa de sus garras que te atenazaban a su lado: notaba tu corazón volver a latir, que el aliento volvía a tus labios, y en ese momento fue cuando todo se echó a perder: Esperanzado y feliz de poder tenerte de nuevo a mi lado, me detuve cuando aún no debía; en el preciso momento crucial en el que hay que perseverar en lugar de parar, y fue ahí, en ese punto entre la vida y la muerte, en el que la impaciencia me impidió recuperarte del todo.

        Y aquí estamos desde entonces, querida Eurídice. Si no me hubiera impacientado, si no me hubiese dejado llevar por la euforia, podríamos estar hoy de nuevo en esos días de felicidad. Pero te fallé; fue culpa mía el no haberte podido recuperar, y este amargo dolor, esta hiel que me recorre, no me abandonará nunca. Mas lo tengo claro: prometí, juré que jamás me apartaría de tu lado, que permanecería junto a ti hasta el final de mis días, y así será. No me moveré de aquí, no me separaré de ti hasta el día que llegue mi hora, y entonces, juntos, y lejos de esta tierra de dolor, podamos estar juntos de nuevo por toda la eternidad, mi amor, mi querida Eurídice.

   Siempre tuyo

      Orfeo»

Esta es la carta manuscrita que encontraron en las manos inertes de «Orfeo» a los pies de la cama de hospital de su querida «Eurídice»

Cuentan los amigos y familiares de esta trágica pareja, que eran novios, y que tenían una vida feliz hasta que la desgracia llegó a sus vidas: Una noche Eurídice salió con unas amigas, y unas copas de más le hicieron cometer muchas imprudencias, hasta que un ataque al corazón le hizo caer fulminada cuando llegaba a su casa, donde Orfeo la esperaba.

Alertado por el ruido y los avisos de sus amigas, el joven se personó en el lugar, y se dispuso a reanimarla con los conocimientos que tenía de primeros auxilios. Tal vez genuinamente notó que iba a volver en sí, o tal vez creyó que así fue, y preso de la euforia, interrumpió las maniobras para abrazarla creyendo que la había recuperado; pero no fue así.

Sí, salvo a Eurídice, pero no del todo; le había arrancado de las garras de la muerte, pero la interrupción de las maniobras tuvieron un resultado desastroso, quedando la chica en coma. Embargado por el dolor y la culpa, juró a voz en grito que jamás se separaría de ella, y así fue hasta el día de hoy, que no se separó de su cama hasta que en esa fría mañana, las enfermeras del hospital donde Eurídice estaba, se encontraron a su amado Orfeo muerto a los pies de su cama. Cumplió su promesa de no separarse de ella hasta el final, dejándose consumir y languideciéndose como las flores lo hacen al llegar el Otoño.

Llamadlo milagro, llamadlo casualidad, o pensad tal vez que es para añadir más dramatismo al clima de este relato, pero ese mismo día, tras la muerte de su querido Orfeo, el corazón de Eurídice se detuvo para no volver a latir nunca más.

Por fin ambos están juntos por toda la eternidad. Sus familias, emocionadas por esta historia de amor tan atípica en estos tiempos que corren, y conmovidos por el paralelismo con la tragedia griega de estos dos amantes típicos, decidieron enterrarles juntos, y tallando el las lápidas, en lugar de sus nombres verdaderos el de los amantes eternos, Orfeo y Eurídice, juntos al fin y por siempre, aunque sea en el hades, el reino de los muertos.

El mensaje oculto del abrazo

     Dijo una vez unabrazo perdon sabio de cuyo nombre no me acuerdo (no es que no quiera acordarme, como Cervantes hizo con el lugar de la Mancha del que era Don Quijote, es que realmente NO me acuerdo): “Amar es darle a esa persona las armas para herirte, y confiar en que no lo hará jamás”, y algo de verdad tiene que haber en ello; de hecho, sólo el gesto de abrazar a alguien lo escenifica con mucha claridad:

     Para empezar, vamos a pensar qué partes de nuestro cuerpo entran en contacto cuando damos un abrazo: Fijaos que lo que queda al descubierto es nuestro tronco, nuestra caja torácica… ¿Qué hay ahí? Pues nada menos que además de nuestras vísceras (un poco más abajo), tras nuestro esternón se encuentran órganos tan importantes como los pulmones (aún no conozco a nadie que pueda vivir sin respirar), y el corazón (sí, sin él, en sentido literal, creo que tampoco podemos vivir, los que carecen de corazón en sentido figurado, son otro tipo de criaturas por muy humanas que parezcan físicamente).

     ¿Qué hacemos para dar un abrazo? Para empezar, abrimos nuestros brazos, retiramos esa primera barrera/frontera que protege nuestro corazón, en una clara invitación a la otra persona a acercarse, indicándole que no la percibimos como una amenaza, y que queremos acortar distancias; que nos sentimos seguros en su presencia.

     Posteriormente, acortamos distancias, nos acercamos de forma lenta (un movimiento demasiado brusco se antoja violento y rompe el clima de intimidad, es por eso que no veréis a la gente lanzarse a dar un abrazo como quien hace un placaje de Rugby; aunque por otra parte
, a lo mejor de ahí viene la frase “Hay amores que matan”), indicando que vamos a iniciar el contacto, y que nuestras intenciones son delicadas, entramos en un territorio íntimo, en una muestra de afecto que no tenemos con cualquier persona, la exposición indefensa de nuestros órganos vitales va aumentando; estamos invitando a otra persona a que penetre en nuestro espacio personal, acortamos las distancias, invitamos a esa persona a nuestra vida, a formar parte de ella.

     ¡Contacto! En este momento, ambas personas están totalmente expuestas y entregadas a la otra persona; han decidido exponerse al otro, arriesgándose a ser heridos (tal vez de muerte), pero confiando en que la otra persona no les atacará, volvemos a la frase del sabio con la que abríamos este “discurso”. Si el abrazo es intenso (pero sin estrujar ni asfixiar a la otra persona, ¡no me seáis brutos, por favor!), podremos incluso sentir los latidos del corazón de la otra persona en nuestro pecho, por mucho que el pulmón lo medio tape, o por muy gruesos que sean los huesos de nuestra caja torácica. Hemos invitado a la otra persona a nuestra vida, hemos eliminado la “distancia de seguridad”, y en esa fusión, en esa posición de vulnerabilidad, podemos sentir a la otra persona, podemos sentir sus latidos, y compartir los nuestros.

     En Cuaresma y Semana Santa, vamos a tener ocasión de poder reconciliarnos con el hermano, hacer borrón y cuenta nueva. ¿Qué mejor forma de demostrarlo que con un abrazo? Invitad a esa persona que vuelva a formar parte de vuestra vida; demostradle que confiáis en ella, y que queréis que la distancia sea sólo una palabra y no un hecho.

abrazos     Disfrutad de los abrazos, y ahora que sabéis el sentido profundo que encierran, no os privéis de los mismos, y compartidlos siempre que podáis (nunca sabréis cuando será la última vez que tengáis a esa persona en vuestra vida ahí, compartiendo vulnerabilidad y latidos), saboreadlos, prolongad su duración gozando del momento, ¡Embriagaos de la otra persona, y de ese momento tan único que compartís!; pocas muestras de amor más claras y con más carga vais a encontrar que esto y…. ¡Qué leches! ¡Es gratis!

Albóndigas a la jardinera

Etiquetas

Tras dos semanitas hospitalizado, he tenido que cambiar un poco de dieta y hábitos, y darle la bienvenida a la verdura a mi dieta. Para alguien que la detesta, hay que re-inventarse, y me he sacado de la manga esta receta.

Ingredientes:

Carne picada de pollo y pavo

Cebolla

Zanahoria

Calabacín

Setas

Guisantes

Patata

Elaboración:

Ponemos la carne picada a macerar el día anterior con huevo, mezclando y amasando bien, y la guardamos en la nevera.

IMG_20160129_111438

Cocemos previamente las setas para sacarle la tierra que puedan tener, y queden bien tiernas. Escurrir.

 

IMG_20160129_111450

Picamos la zanahoria y el calabacín; cocemos la zanahoria unos 10 minutos para que quede tierna luego

 

IMG_20160129_114546

En la olla ponemos un poco de vino blanco (o cerveza), el calabacín picado y las setas a fuego medio. Picamos la cebolla, y tras escurrir las zanahorias, añadimos ambas, y dejamos a fuego medio hasta que no que el vino se haya absorbido. añadimos agua, una hoja de laurel, y perejil picado.

 

IMG_20160129_113141

Cogemos la carne y vamos haciendo las albóndigas. Rebozamos en una mezcla de harina y hierbas provenzales

IMG_20160129_114524

Untamos una bandeja de horno con aceite, y ponemos las albóndigas ahí. Pre-calentamos a 210º C y ponemos unas patatas envueltas en papel de plata. Dejar que se ase todo durante 45 minutos

 

IMG_20160129_123505

Una vez doradas las albóndigas, las añadimos a las verduras. Sacamos las patatas, blasfemamos en hebreo antiguo u arameo mientras las pelamos, las cortamos, y las añadimos al guiso

 

IMG_20160129_125354

Añadimos los guisantes, y lo dejamos media hora a fuego muy, muy lento, removiendo para que no se nos pegue nada en el fondo de la olla.  ¡Que aproveche!

STAR WARS Episodio VII, El Despertar de la Fuerza (Crítica Feroz)

¡Bueno! Pues tras tanta espera y expectación, ayer puede ver por fin esta película.

 

La verdad es que andaba un poco acojonado por lo que me iba a encontrar después que George Lucas vendiese los derechos a Disney; y en parte, mis temores se confirmaron.

Podría haceros una sinopsis, pero… ¿para qué? Hace años, empecé a interesarme por todo lo que pasaba después del «Episodio VI, El retorno del Jedi», y la verdad, lo que vi que estaba pensado, se me antojó mucho más interesante que lo que me he encontrado.

La trilogía que iba a ser

En la trilogía que ya no será, una raza repitiliana, los Yuuzhan Vong, se aliaban con dos clones del emperador Palpatine, los cuales habían sido creados en previsión de la caída de este;  juntos empezarían a crear el nuevo Imperio, mientras Luke fundaba en Yavin 4 la nueva academia Jedi junto a su amante Mara Jade, una jedi renegada a la que Darth Vader había estado entrenando en secreto a espaldas del emperador Palpatine.

Por su parte, Han Solo y Leia Organa (¡perdón!, ahora sabemos que sería Leia Skywalker, aunque más bien la conoceríamos como «Señora de Solo») se casaban y tenían tres hijos: Los gemelos Jaina y Jacen, y después vendría el pequeño Anakin Solo. Como herederos de la fuerza, los tres entrarían en la academia Jedi llevada por su tío Luke, e incluso Anakin se vería tentado por el Lado Oscuro (¡Uuuuups! Seamos clásicos, aún podemos llamarlo «Reverso Tenebroso») de la fuerza.

En las muchas aventuras y batallas que sucederían, asistiríamos a la caída de Luke Skywalker en el Lado Oscuro, su muerte, y posterior resurrección a manos de unas brujas que usan la fuerza (en el Universo Expandido de Star Wars, la fuerza no es sólo usada por los Jedi y Sith de la manera que conocemos), y posterior regreso al Lado Luminoso. También asistiríamos a la creación de una aún más mortífera Estrella de la Muerte (Estrella de la Muerte 3.0 para los amigos), y en el clímax de una de las batallas, los Yuuzhan Vong arrojaban una luna contra un planeta en el que se encontraba Anakin Solo; en los momentos finales, el fiel Chewbacca, metía al herido Anakin en el Halcón Milenario para salvarle, pero se quedaba sólo en el planeta, aullando desafiante a la luna que iba a estrellarse de lleno contra el planeta y… sí, asistiríamos desolados a la valiente muerte de nuestro wookie favorito.

Suena interesante y apetecible, ¿verdad? ¡Pues ya os podéis ir olvidando, porque Disney y JJ Abrams se lo han pasado todo esto por el puto forro! Pasamos ahora a ir analizando lo que nos han ofrecido en las pantallas del cine

El Despertar de la Fuerza

Creo que voy a ir hablando de los personajes, para que os hagáis una idea de lo que nos espera:

Rey

¡Una protagonista femenina! ¡Por fin!. Sí, en efecto, por fin tenemos una heroína que no es la típica damisela en apuros que hay que rescatar aunque intenten maquillarla de rebelde y luchadora como a sus predecesoras en la saga, Leia Organa/Skywalker/Solo y Padmé Amidala/Skywalker; rebelde, luchadora, con gran corazón y pasado trágico que, de la noche a la mañana, encuentra que toda su realidad va a cambiar… una historia muy similar a la de Anakin y Luke Skywalker; incluso la sacan en un planeta desértico que, ¡Ojo! no es Tatoiine, si no Jakú, y aquí viene mi primera queja ¿Tanto mal le iba a hacer a la historia sacar a la prota en Tatoiine? ¿Qué más iba a dar? Si ya tienes un planeta desértico y quieres tener puntos de enganche con los viejos fans de la saga, ¿Por qué cambiar de planeta, si al fin y al cabo la estética es la misma?

 

¿Sabéis qué? Además, el personaje me habría resultado bien novedoso si no fuera porque en sus rasgos de personalidad, me recordaba demasiado a Katniss Evergreen, la protagonista de «Los Juegos del Hambre» (¡Coño, si hasta el malo-malísimo «en las sombras» se llama Snowt, demasiado parecido al Presidente Snow! ¡Ya os lo habíais podido currar un poco, que la cosa huele a copieteo descarado!)

BB8

Queriendo mostrar que los droides también evolucionan, JJ Abrams (empiezo a odiar mucho a este tío), se saca de la manga a este refrito de los Gublins y un balón de fútbol que se comunica a pitidos ininteligibles como nuestro adorado R2-D2.

 

¡Venga, corramos un tupido velo! Al fin y al cabo, George Lucas ya nos la metió doblada con los Ewoks en «El retorno del Jedi» y el insoportable Jar Jar Binks en la Trilogía-Precuela. Creo que este simpático robot no merece tampoco que le sangre demasiado; al menos, no es tan cargante e innecesario como los ejemplos que he mencionado antes.

Finn

Soldado Imperial (¡Que no, que ahora se llaman «la Primera Orden»!) que, horrorizado por la masacre que realiza el ejército del que forma parte en el planeta Jakú, decide desertar y pasarse al lado de la resistencia.

 

Los primeros momentos de este personaje llegan a ser agobiantes: hasta 5 primeros planos de él sin casco y jadeando. Hubo un momento que pensé «¿Se va a pasar toda la película jadeando? ¿En su casting sólo le pidieron que jadease para ver si quedaba bien en pantalla? ¿Su papel va a consistir únicamente en quitarse el casco y jadear?»

¡Oye! Pues resulta que no, que también tiene un momento en plan «Sólo quiero irme lejos y huir de toda esta mierda» y…. se tenía que notar el ramalazo de Disney en esta película, y se deja entrever en el típico diálogo en plan «Yo me quiero ir… No nos dejes…. No valgo para esto, sólo quiero estar lejos… Eres un cobarde y me has decepcionado, esperaba más de ti… Piensa lo que quieras, pero me voy, para al final no irme al ver que estás en apuros» Un, Dos Tres, responda otra vez: Titulos de películas y series infantiles-juveniles de Disney que tengan un diálogo cortado por este patrón…

¡Ah, espera! Que además coge el sable láser que fue de Anakin, después de Luke, y que se supone que ahora es de Rey. Esto que para los ajenos a la saga no supone gran cosa, en realidad está cargado de significado: sólo los que son sensibles a la fuerza como los Jedi o los Sith pueden empuñarlo y hacerlo funcionar; por poner un ejemplo: Si Han Solo cogiese el arma, por mucho que le diese al botón, la misma no se encendería. Parece que vamos a tener dos Jedi en la saga… ¡Que síiiiiiii! Que al final de esta peli no está muerto, si no en coma, y despertará o en el Episodio VIII, o en el IX en la batalla final para añadir dramatismo al tema. ¡Que ahora está mal visto matar al personaje de raza negra en las películas!

Kylo Ren

¡Vale! Se acabó el ser buena persona. Con este personaje sí que me voy a cebar, porque sólo han hecho una cosa bien con él: ponerle guardamanos a la espada. Se ve que el linaje de los Skywalker (¡Uuups, toma spoiler! Se trata de un Skywalker) ha escarmentado a base de quedarse mancos tras distintos duelos con espadas láser, y la mejor forma de protegerle dichos apéndices era esta.

Recuerdo la clase y sofisticación de Darth Vader (personaje de estética icónica donde los halla). con un carácter bien formado y tremendamente intimidante; recuerdo lo que acojonaba Darth Maul con su traje semi-ninja, su cara de mala baba, su cráneo tatuado y sus cuernos; recuerdo la elegancia de Darth Tyrannus y la peculiar empuñadura de su sable de luz; ¡Incluso Darth Sidious/Palpatine, a pesar de su aspecto decrépito y cetrino imponía temor y respeto!

Ahora mirad a Kylo Ren (¿Ni siquiera un triste «Darth» delante del nombre, en serio? ¿Hasta eso nos vais a quitar?), y decídme que no se os antoja CUTRE. ¿Será que ese look es aposta? ¿Será para escenificar que el personaje es un «quiero y no puedo» ser Darth Vader? ¡Coño, que hasta ha sido necesario recuperar el cráneo quemado y abollado de Anakin Skywalker/Darth Vader para que viéramos que el personaje hasta tiene una motivación para ser malo! Por cierto, que nos expliquen cómo ha podido conservar el nieto (¡Uppps, tomad SPOILER de nuevo!) de Darth Vader su cráneo, si se supone que ardió hasta quedar reducido a cenizas. También es casualidad que esté tan bien conservado.

Pero eso no es todo: el personaje nos ha regalado tantos momentos «Emo» en plan «Soy/Quiero ser malo, pero en el fondo tengo buen corazón, y me asaltan las dudas, porque en el fondo soy rebelde porque el mundo me ha hecho así, y en realidad lo que quiero es que me quieran, y tengo mis dudas, y no paro de expresarlas en voz alta y en plan llorón», que me han dado ganas de potar en más de una ocasión. Si es que daban ganas de meterse dentro de la película, pegarle un par de collejas y decirle «¿Lado oscuro? ¡Tú lo que eres es gilipollas! ¡Ven para acá, que te voy a quitar la tontería a guantazos, que ni para ser un villano decente vales, alelao!»

Otra «cagada», o al menos así se me ha antojado, ha sido el quitarle la máscara tan pronto, y revelar su identidad así, de buenas a primeras. ¿A esta gente no le han enseñado que lo bueno se hace esperar? No sé… imaginaos que os compráis un roscón de Reyes, y en el primer trozo os aparece la figurita; sí, te comes el resto del roscón porque sigue estando rico, pero ya no es lo mismo. ¿Era necesario que a la más mínima excusa se quitara el caso? ¿Era necesario que de buenas a primeras nos revelen así, en la primera peli de la trilogía que es hijo de Han Solo y Leia, que le entrenó su tío Luke y que se volvió malo? ¿Es que no hemos aprendido nada de la trilogía original (Episodios IV-V-VI) en la que nos iban desvelando las cosas y orígenes secretos en la segunda y tercera parte de la trilogía? Se ve que no…

No es Mario Vaquerizo, es el malo de «El Despertar de la Fuerza»

Otra cosa en la que se nota que no han aprendido: nos sacan a un (supuesto) guaperas bajo la máscara, un tío cuya interpretación no me creo, que actúa MAL, MUY MAL. ¿No tuvimos bastante con el actor que interpretó a Anakin Skywalker para aprender que una «cara bonita» no lo es todo? ¡Y ojo! Que digo cara bonita por decir, que a mí el tío se me antojaba que era Mario Vaquerizo después de haber sido nutrido de forma correcta y apropiada.

¡Pues eso! ¡Qué a gusto me he quedado! Lo siento mucho, sobre todo porque soy fan de la saga; pero me ha dolido mucho lo que han hecho con esta peli, que ha resultado un refrito de «Star Wars» con la prota de «Los Juegos del Hambre», y una copia mala de Severus Snape de la saga «Harry Potter», todo eso aderezado con la «magia» de Disney y…. ¡TACHANNNNNNN, El Episodio VII está servido!

Carta a mis hermanos catequistas de la Comunidad de San Pablo Apóstol

Buenas noches, hermanos.

   Según entraba a trabajar en mi segundo asalto (Turno de tarde, trabajo todo el día con apenas tres horas para volver a casa y comer), vi el cruce de chats y me apenó bastante ver que la situación llega a estos derroteros.
    Viendo lo que sucede con los muchachos, no puede evitar acordarme de lo que me aconteció en diciembre allá, miro el panorama que tengo aquí y me digo: «¿Merece la pena?» Luego pienso en gente como Éricka, o los hermanos Restrepo, y mi respuesta es un «SÍ» bien rotundo.
   Como ya les dije en alguna ocasión (creo recordar), habían cosas que me chirriaban mucho en la parroquia: mucho estar todo el día diciendo «Bendiciones» por aquí «Bendiciones» por allá; que si «Gloria a Dios», o «Bendito sea mi Señor», pero…. ¿y qué? No sirve de nada estar nombrando a Dios a cada dos o tres palabras como compitiendo a ver quién la tiene más larga (perdón por la groserísima comparación), si luego el interior está hueco y vacío (o podrido en según qué casos)? Eso es lo que me encontré a mi pesar en la Locería: Una especie de Club social dentro de lo que viene a ser la gente que conforma el coro de los Domingos (los que antaño fueron los jóvenes de la parroquia), los cuales van más a lo suyo y lucirse, que realmente servir a la parroquia; con una visión de la Fe que, si no compartes, ya te convierte ese no compartirlo en un cero a la izquierda que ya no sirve para nada.
    Honestamente, veo cínico, hipócrita y digno de fariseos el tener todo el día a Dios en los labios, pero luego seguir alimentando rencillas, estar más pendientes de cómo se ven y qué pueden decir de ellos, o incluso el mentir para faltar a los compromisos. No veía tampoco lógico las «Charlas» del Padre Raúl: una persona que cada vez que le oía hablar me daba la impresión de ser una persona encantada de haberse conocido a sí misma, y que no paraba de mencionar que si hablaba por la radio, que si había compuesto no sé cuantas canciones… Alguien que necesita constantemente mencionar sus «logros» se me antoja falto de la humildad que Jesús mismo mostró (he oído recientemente que dejó el sacerdocio)
    Es por eso que me terminé de decidir a ser catequista de los jóvenes: quería mostrarles que la fe no es tanto el estar diciendo «Bendiciones» a todo el mundo, nombrar a Dios a cada frase, si no lo acompañaba con actos y compromisos, que no se vale ir los Domingos a misa, y luego el Lunes ser peor que Satanás (o no aguantarse al Lunes, y ser reflejo del maligno el mismo Domingo por la tarde). No, rechazo esa Fe fría, sin obras y de aparentar. Siempre ha apostado por una Fe coherente y bien asentada, y es donde quería encaminarme con los pelaos. No era una tarea fácil, pues ya saben que los propios «Antiguos jóvenes» nos empedraron y mucho el camino, pero me sentía confiado y feliz de tenerles a ustedes compartiendo la forma de ver la Fe y compartiendo esa meta común. Recuerden: Esteban fue lapidado, Pablo golpeado y decapitado, Pedro encarcelado y crucificado cabeza abajo, y al mismo Cristo le crucificaron… con unos antecedentes así, no nos esperaba ni espera un camino de rosas; mas les invito a no amedrentarse: El amor del Padre nos acompaña, Cristo nos precedió, y es el Espíritu quien nos impulsa; es nuestro compromiso de bautizados y confirmados, algo que quedó grabado a fuego en nosotros, y no hay marcha atrás porque… ¡Ay de mí, si no evangelizase! Si no lo hiciera, sería alguien más de aquellos que faltan a su compromiso, y me volvería un traidor a aquello que me comprometí, traicionaría el amor del Padre.
   Es tentador renunciar al ver que no hay respuesta (tentado me he sentido yo aquí en España al encontrarme lo que me he encontrado también en la parroquia que dejé atrás en 2012), pero siempre fui muy poco inteligente para reconocer cuando hay que rendirse (en realidad, dicen que soy bien obstinado y que nunca sé ver cuando todo está perdido, pero no renuncio a tener Esperanza) Mas yo les invito a tomar fuerzas, a beber de esa fuente que es el Amor de Dios para que nunca vuelvan a tener sed. Dejen que sea el amor quien les guíe, hagan todo inspirados por el Amor, sean Amor. El Amor no hace las cosas esperando su recompensa por ello; lo hace simplemente porque ama, porque es su naturaleza. El Amor proviene de Dios, y nosotros somos hijos de Dios; ergo si del Amor venimos, Amor somos, la única cosa preciosa que crece al compartirse; y como tales, hemos de ser ejemplo y contagiosos; lo demás, como ya saben, viene por añadidura.
   A veces, el fruto de nuestros esfuerzos no se ve de la noche a la mañana; y tal vez, no lleguemos a verlo jamás; mas si no empezamos a ser piezas de cambio, si no plantamos la semilla, esta jamás germinará. No nos preocupemos por no poder ver los frutos: seamos simplemente trabajadores en la viña del Señor preocupándonos por hacer lo mejor posible nuestro trabajo para que esos frutos algún día broten sanos y puedan nutrir correctamente. Me costó mucho asimilar todo esto en mi interior, pero al decirme el Padre que la alternativa da un resultado mucho peor, decidí ponerme en marcha y hacer cuanto esté en mi mano y de la mejor manera posible. La mayor victoria del maligno es que la gente buena no haga el bien; que se rindan y arrojen la toalla. ¡No le demos ese gusto! Tomemos la lata de «Monster de la Salvación» para llenarnos de fuerza y decirle a ese miserable de pies hendidos que se marche por donde vino, si no quiere un garnatón del Altísimo.
   Espero que mis palabras puedan darles consuelo y fuerza. No sé cómo poder hacerlo de mejor manera desde aquí, a más de 8.000 kilómetros.
Un abrazo en Cristo

Desde los tejados (continuación)

… ¿Me ha sonreído? ¿Me ha visto? Son preguntas redundantes, está claro que sí. Eso no era una sonrisa casual, si no con toda su intencionalidad, y sus ojos me miraban desde el reflejo del espejo. ¡Mierdamierdamierda…..! ¿Ahora que hago? Me dirijo a gatas hacia la puerta que me devuelve a la negrura del edificio. Espero que ningún vecino se cruce conmigo y me vea la cara más colorada que una lata de «Coca-Cola»

VIERNES

     Anoche no subí a la azotea. El irracional miedo pudo con una costumbre que tengo de hace años; y todo por mi estupidez. ¿Quién me mandaba mirar hacia su ventana? Y sin embargo, seguí haciéndolo incluso a sabiendas que eso estaba mal. ¡Que ya no soy un crío para andar espiando cómo se desnuda una chica! Pero… No se trata de eso. María tiene algo, algo que no sé describir, pero no puedo apartar la mirada de ella, no se trata de simple pulsión sexual ni nada por el estilo, pero ahí hay algo, un aura, un «no sé qué» que qué sé yo.

Anoche no subí comido por la vergüenza, y como era de esperar, el haber salido de mi rutina hizo que me fuese muy difícil conciliar el sueño. Es por eso que hoy he decidido vencer mis miedos y volver a mi azotea. Pero esta vez, me quedaré mirando hacia otro lado. Por fortuna, el espacio es bien grande, y no tengo por qué mirar hacia donde siempre lo hago.

Comienzo el ritual: enciendo el cigarro mientras repaso el día, e intento expulsar los vergonzosos recuerdos con las primeras bocanadas de humo. Dejo mi mente en blanco mientras contemplo el horizonte y… noto en seguida que algo va mal: hago bien mirando hacia un lado distinto, pero me doy cuenta que el sol no se pone por allí, y se pierde una parte importante entonces de este, para mí, sagrado rito. Creo que fue Óscar Wilde el que dijo «La mejor manera de evitar la tentación es caer en ella», y es por eso que me dirijo mi vista al lugar de siempre, pero decido hacerlo apartado de la barandilla, quedándome en medio de la azotea; total, desde aquí, las vistas tampoco están tan mal. Mente en blanco de nuevo, dejándome acariciar por la brisa del anochecer, y viendo el anaranjamiento de los edificios y el cielo mientras el Sol se despide de mí hasta mañana.

El hombre es un animal de costumbres, y es por eso que, sin darme cuenta, vuelvo a estar apoyado en la barandilla, observando el anochecer. Por el rabillo del ojo veo cierta ventana iluminarse, pero no voy a caer, esta noche no dirigiré mi mirada a…. María…

¿A quién pretendo engañar? Estoy totalmente hechizado por ella. ¿Puede ser? No quiero creerlo, pero sé que es así: ¡Me he enamorado de ella! «¡No seas estúpido!» Me riño «No la conoces de nada: sólo sabes que se llama María porque la has investigado como un vulgar maníaco acosador. Eso, y que llevas un tiempo mirando cómo se desnuda. No puedes estar enamorado, no es razonable» Más razón no puedo tener al reñirme a mí mismo, y sin embargo, cuanto más lo pienso, más me repito: ¿Es enamorarse un acto razonable? ¿Es un sentimiento en el que impera el cerebro, la razón, la inteligencia, o incluso una explicación científico-físico-química?  No lo sé. Sólo sé que no puede evitar el mirarla.

Ahí está de nuevo. Anoche, al no verle, temí que le hubiese pasado algo, pero ya veo que no es así, y me alegro. Es muy raro: no debería alegrarme de verle: este tío lleva viendo cómo me desnudo noche tras noche. Debería estar enfadadísima con él, por cerdo. Sin embargo, no le he visto ninguna actitud propia del típico mirón salido; de hecho, parece un chico bastante normal, ¿debería romper el hielo y saludarle? No sé si será sano: al fin y al cabo, el otro día con sólo una mirada y una sonrisa se me cayó de culo al suelo y ya no le volví a ver. ¿Le dará un infarto si le digo algo? Pero he de decirle algo. darle a entender que no estoy enfadada, pero que me gustaría que me conociera algo más allá de mi cuerpo desnudo.

¡Ya está! Volveré a ponerme en el mismo ángulo del espejo del otro día. Parece que tiembla, o habrá sido un escalofrío al notar que nuestras miradas se cruzan. Le sonrío sin malicia esta vez, me giro, y le lanzo un beso… ¡qué mono! se ha quedado boquiabierto, y se le ha caído el cigarrillo de la boca…. «¡chico, reacciona, respira o cierra la boca, que se te van a meter ahí todas las moscas del barrio!» pienso para mí. Tras unos interminables segundos, reacciona y se agacha corriendo, disimulando como quien va a recoger el cigarrillo, pero no le veo subir. Aprovecho para ponerme una camiseta ancha antes de asomarme a la ventana; una cosa es que él me haya visto, pero no quiero dar el espectáculo delante de los vecinos. Me asomo y saludo.

¡Hola!

– ….

¿Hola? Sé que estás ahí, y a mi me educaron con que hay que responder cuando te saludan.- Empieza a asomar tímidamente la cabeza. Al mirarme, parece aliviado al ver que tengo algo de ropa puesta.

– Ho…ho… hola

Oye, te parecerá tontería o una locura por mi parte, Pero el caso es que, después de tantas noches en esta situación, no te me antojas un extraño…. El caso es que es Viernes por la noche, mañana no trabajo, y supongo que tú tampoco, y pensaba ¿Por qué no me invitas a algo y nos conocemos? No tengo planes.- Titubea un poco, le veo algo nervioso, y antes que abra la boca, me da la sensación que le van a dar tres o cuatro infartos seguidos. Parece que por fin se van a despegar sus labios ahora que había logrado cerrar la boca.

– Va-va-va… ¡Vale! Bajo en un momento…. Espera… ¿No me estarás gastando una broma? ¿O no estarás pensando en llamar a la policía?

¡No seas tonto! Desde luego que no es mi intención. Mi propuesta es 100% sincera y verdadera. ¿Sigues aceptándola?

– ¡Vale!.- Digo con entusiasmo. – En seguida bajo

Tómate tu tiempo, que aún tengo que vestirme un poquito mejor para salir. Por cierto, ¿sabes cómo me llamo?

– María… – «¡Te conozco tanto!» Pienso para mí. Y sin palabras nos despedimos; ella a vestirse, yo apagando mi cigarro y disponiéndome a bajar para esperarla en su portal.

FIN

¿O no?

Desde los tejados

LUNES

   Como cada anochecer, subo a la azotea de mi edificio a despedir el día. A estas horas no suele haber nadie, y yo aprovecho estos ratitos de soledad para encontrarme conmigo mismo, y abstraerme viendo la ciudad oscurecer mientras me fumo un cigarro.

Primero empiezo repasando el día, cómo lo empecé, con qué ánimos, cómo me ha ido, cómo ha terminado, y acabo haciendo un balance. Pero en realidad, lo que más me gusta, es lo que viene después: Perder la mirada en un punto indeterminado, y dejar la mente en blanco, no pensar en nada mientras el sol se pone, y los edificios van pintándose de un tono anaranjado hasta que la ciudad queda a oscuras y las farolas se encienden. Nunca me paré a medir cuanto tiempo lleva ese momento, pero juraría que nunca dura exactamente lo mismo.

Ya se enciende ese punto de luz. De un tiempo a esta parte, esa luz consigue despistarme de mi ritual. No quiero mirar, esta noche no lo haré…. pero mis ojos se desvían de forma inevitable, como la polilla se ve atraída a la llama. Intento hacer un esfuerzo sobrehumano por no girar la cabeza, pero mis ojos se giran en un ángulo tan imposible, que me es doloroso el no girar la cabeza.

Enrabietado por mi falta de fuerza de voluntad, desvío una noche más mi atención de la ciudad viendo morir el día, y la dirijo hacia el punto de luz que se enciende. Se trata de una habitación donde entra una muchacha que llega a casa de trabajar. Supongo que debe de pensar que nadie la verá, pues ni se molesta en bajar las persianas o correr las cortinas mientras se desnuda frente al espejo, despojándose de la ropa tras un duro día de trabajo. En realidad, tampoco veo gran cosa, pues al darme la espalda, el ángulo es tal, que no veo nada de su frontal, sólo su espalda, y puedo aseguraros que se me antoja bien bonita.

MIÉRCOLES

    Otra noche más inicio mi ritual. Hoy me he propuesto ser fuerte, aunque sé que nuevamente volveré a las andadas. Debería avergonzarme: no tengo edad para andar espiando a una chica que se desnuda; ya no soy ni un chaval, ni un viejo verde. Y aún así, acabo de darme cuenta que llevo cosa de un mes y medio observando a María llegar a su casa y desprenderse de la ropa.

     Sí, he averiguado su nombre, y sé que se llama María. Me avergüenza aún más reconocerlo, pero ayer hice un ejercicio por ubicar su casa dentro de su bloque de pisos, y como es un edificio prácticamente gemelar al mío, no me costó demasiado averiguar dónde vive. Me colé para buscar su nombre en el buzón; pero debe de ser una persona tremendamente atareada, pues aún no ha puesto su nombre en el mismo. Sí que pude captar al portero indicarle al cartero cual era su buzón cuando vino preguntando por ella; y por eso sé que se llama María, que es nueva en el vecindario, y que sale temprano a trabajar y suele llegar al anochecer

     Suena terrible ¿verdad? Cualquiera que vea la situación desde fuera, diría que soy un psicópata o un acosador. ¡Entendedme! No se trata de eso, y tampoco soy un salidorro. Pero sí que no veo justo estar viéndola desvestirse noche sí, y noche también, y no saber siquiera cómo se llama. Se trata de una persona al fin y al cabo, y eso es algo mucho más profundo que el ver su blanca y tersa piel desnuda…

    Como ya dije, no veo gran cosa, sólo su espalda, y sin embargo, me parece una visión preciosa, mi vista se pierde en sus formas, sus curvas, el brillo de su piel contra el haz de luz de su lámpara… esta escena, esta visión ha desplazado completamente a la que acostumbraba a tener de la ciudad bajo los efectos de la puesta de sol. Ahora es su espalda la que marca mi desconexión del mundo real, desde el momento en que empieza a desvestirse, hasta ese instante en que se adentra en al casa privándome de su visión.

    ¡Ufff, qué cansancio! Un día más de duro trabajo, y la mayor bendición es poder llegar a casa y quitarme esta ropa con la que llevo todo el día. Este momento es todo para mí; es cuando por fin me siento a salvo y protegida del mundo exterior, en mi casa. Es cuando realmente me siento yo misma, separándome de las cáscaras y corazas que son mi ropa. Y aquí estoy de nuevo, frente al espejo: yo al natural, tal y como vine al mundo, y tal y como soy; sin ningún rasgo externo y ajeno a mí que pueda servir para etiquetarme de forma alguna. Este momento es por completo mío, el final de mi día, y me gusta sentir la brisa que entra por mi ventana acariciarme la piel. En teoría, debería correr las cortinas o echar las persianas, pero me perdería esa caricia sutil del aire. Además, ¿quién va a verme? ¡Bueno! en realidad sé que alguien me ve: ese chico solitario que todas las noches se pone a fumar en la azotea del edificio de al lado. Él no lo sabe, pero ya le he pillado un par de veces mirándome. No veo malicia en su expresión ni mirada, es por eso que no le he denunciado por mirón. Creo que no sabe que soy consciente que me mira noche tras noche. ¿Y si soy mala y le doy una pista para ver cómo reacciona? Sé que me mira, me agacho intencionalmente de forma que pueda ver mi cara, y pueda ver cómo le miro indirectamente a él a través del espejo. Nuestras miradas se cruzan, y medio malévolamente, medio traviesa, le dirijo una sonrisa.

¡Espera! ¿Acaba de sonreírme? ¿Significa eso que saber que estoy aquí y que la veo. Trastabilo hacia atrás, presa del pánico, me tropiezo y me caigo de culo…

(Continuará)

Olvido

Olvido se plantó frente a aquella señora que le sostenía la mirada; sonrió, y vio cómo era correspondida «¡Qué mujer tan agradable!» Pensó, «Aunque no comprendo qué hace en mi casa». Olvido se dio la vuelta, y salió del cuarto de baño sin ser consciente que acababa de sonreirle a su propia imagen en el espejo. Hacía ya bastante tiempo que las cosas no le encajaban, o se le antojaban extrañas, pero eran tantas las veces, que empezaba a tomarse aquellas cosas excepcionales, como algo habitual.

Se encaminó al salón, dispuesta a sentarse y reposar un poco, pero al llegar, no reconocía la sala. Esos muebles… ¿eran realmente suyos? No recordaba esa butaca (cuyo tapizado le costó a su difunto Manuel Dios y ayuda encontrar), ni tampoco reconocía a la gente que salía en las fotos y… «¿Dónde está mi caja de costura?» Se preguntó «Ya me han vuelto a entrar en casa a robar, tengo que asegurarme de cerrar bien la puerta, o el día menos pensado tendré un disgusto»

Se dejó caer en la butaca y entrecerró los ojos cansada. «Espero que Manuel no llegue muy tarde de trabajar, o se le enfriará la cena…. ¡La cena! ¡Mira la hora que es, y no la he preparado! El pobre Manuel llegará cansado y hambriento, y yo aquí sentada sin haberle preparado un triste bocado que echarse a la boca» Como un resorte, se levantó y fue a la cocina. Hacía tiempo que a Olvido sus hijos le habían hablado de ponerse una vitrocerámica, pero ella se negaba «la comida preparada en esos cacharros no saber igual», decía una y otra vez, y por eso seguía con su vieja cocina de quemadores de gas. Abrió la espita de la bombona de butano, y la llave de uno de los quemadores «¿Dónde habré dejado las cerillas?» masculló, y empezó a buscarlas sin éxito por la cocina. De repente, se paró en seco «¿Qué venía yo a hacer aquí?» Se dijo. «Olvido, ¡que no te enteras! que venías a por las llaves para cerrar bien la puerta y que no te vuelvan a entrar a robar!» y cogiendo las llaves, se dirigió a la puerta de entrada, dio dos vueltas al cerrojo, y dejó la llave puesta para que ningún caco pudiera meter su ganzúa en la cerradura.

En efecto, a Olvido llevaba tiempo visitándola un ladrón; uno muy especial que, en lugar de llevarse sus ahorros, sus joyas, o su querido costurero, se estaba llevando algo igual de valioso: Su tiempo vivido, y con él, todos sus recuerdos. Los rostros que la rodeaban, eran tan extraños como aquella casa en la que llevaba más de 40 años viviendo, y que sin embargo, se le hacía rara, como si estuviera viviendo de prestado en casa ajena. Aquel vil ratero de recuerdos, se estaba apropiando cada vez más de la vida de Olvido, de sus tiempos pasados; sus risas, sus llantos, su familia y amigos, dejándola vacía por dentro; vacía y sóla, pues su cada vez más desorientada memoria, alejaba a sus hijos que con tanto esfuerzo Manuel y ella sacaron adelante… «Manuel… ¿quién es Manuel?» Cerró los ojos con fuerza, intentando recordar al dueño de aquel nombre… Nada, sólo el vacío; ese nombre tenía el mismo sentido y significado para ella que cualquier palabra que repites cansínamente y sin pausa hasta convertir su sonido en una cacofonía desagradable. ¿Acaso sería Manuel el nombre del ladrón que le tomaba el pelo cambiándole de sitio las cosas y que hoy le había robado su caja de costura?

Alarmada, se levantó y se dirigió a la puerta para asegurarse que había cerrado la puerta con llave. Ese sinvergüenza de Manuel no volvería a entrar a robarle nada, ni siquiera su bote de colonia que había dejado esa mañana en… en… «¿A qué huele?» Era un olor raro, ligeramente penetrante, pero muy desagradable. «Es la última vez que cambio de marca de lejía para fregar los suelos. ¡Qué mal olor ha dejado esta!», y volvió al salón, a sentarse en la butaca.

Entrecerró los ojos nuevamente; no sabía por qué, pero se sentía muy somnolienta, a pesar de no haber salido de casa ese día más que para comprar el pan. Esa mañana, Olvido bajó a la tienda de toda la vida (que llevaba abierta un mes), y le pidió a la hija de la señora Lucía (señora que murió hace 10 años, que en realidad tenía una frutería en lugar de panadería,  y que jamás tuvo hijos) su acostumbrada barra de pan. Luego, había vuelto a casa sin más (sin mencionar, porque no lo recordaba, que había aparecido en casa de su hija, en la otra punta de la ciudad, y que esta la llevó de vuelta a su casa; tiempo de la excursión, 2 horas y 40 minutos).

Poco a poco, sintió un sopor muy agradable; el ladrón ya no ocupaba sus pensamientos, ni la puerta que no recordaba si había cerrado bien o no, ni sus hijos, ni Manuel, quien quier que fuese, ni la hija de la señora Lucía, ni la barra de pan que había dejado encima del radiador para que se quedase calentito para la cena que estaba preparando para… ¿Para quién era? ¿Gabriel? ¿Rafael? ¿Conocía a alguien con ese nombre?. El olor tan penetrante seguía invadiendo sus fosas nasales, pero una vez acostumbrada al mismo, ya no le resultaba tan desagradable; de hecho, tenía demasiado sueño como para preocuparse por ese olor que ya estaba por toda la casa… «¿Habré cerrado bien la puerta? No quiero que entre nadie mientras estoy dormida»… y así, sus ojos se cerraron, y dejó su mente en blanco (no le hizo falta mucho esfuerzo para ello, pues empezaba a no recordar ni su propio nombre), disponiéndose a dormir.

… para no volver a despertar.